Nota de María Staudenmann en el suplemento Cultura de Perfil sobre mi poemario De mi boca sale un elefante (02/04/23).
Mixtura de orígenes
La doctora en Psicología por la Universidad de Buenos Aires Cynthia Matayoshi no es una advenediza. Tras ganar una beca del Fondo Nacional de las Artes en 2016, salió a la arena literaria en 2019 con su novela La sombra de las ballenas, editada en Argentina, en España y en Colombia. De ahí en adelante, varios de sus cuentos y poemas fueron publicados en diversas antologías y su segunda novela, Virgen Bruja, tiene fecha de lanzamiento este año. No es de extrañar que De mi boca sale un elefante, primer poemario de la autora y primero, también, de la colección Fuera del tiempo de Trapezoide Ediciones, llegue con signos de una madurez bien llevada, una escritura construida y asentada a lo largo de los años.
De mi boca sale un elefante es uno de esos poemarios pensados desde su génesis como una obra redonda, acabada, que cobra sentido en su totalidad; un sentido autónomo, diferente y superador del de cada una de sus partes. Dicho de otro modo, uno más uno no es dos sino que es tres, o siete, o hache, o zeta. La suma de las partes no hace al todo: es el todo lo que potencia y resignifica las partes. Hay que leerlo de principio a fin y dejar decantar.
Tiene razón Eugenio Polisky, autor del texto de contraportada del libro, cuando señala que “es un poemario que puede ser leído como una novela. O bien, podría considerarse una narración en forma de poema. O una especie de biografía. O un entramado donde la palabra navega entre dos mundos y dos culturas”. Pues está la autóctona —la de los llanos y las pasturas, los animales de cría y los frutos de la tierra—, y la foránea, la exótica, el Japón heredado por la autora junto con su apellido. En esta mixtura de orígenes, Matayoshi hace gala de una sensibilidad que oscila entre lo sutil y lo brutal, la paciencia hermosa de la naturaleza y las marcas feas que el dolor deja en el cuerpo, el aleteo invisible de un colibrí y la estampida de una tropilla. Así pasan los kami del sintoísmo, los kodamas de la tradición nipona y las enseñanzas de Buda junto a los aljibes, las azadas y los machetes. Para hablar de la familia, del legado, del duelo; de aquello que se pierde y se rescata y se transforma.
La intención de obra hace posible resumir el poemario en una cucharadita de significantes: caballos, barcos, flores, abuela, dioses, fragancias, bosques, mar, pájaros, melones, viento, sombras, luz, papá. Sustantivos que hacen a la sustancia, palabras como ejes o como sogas:
vivías en un pueblo gobernado por caballos/ donde el único tren llegaba hasta el océano ahí te dejaba/ equus ferus animal extinto/ la luz del faro brillaba en tu boca/ hay que conocer las estrellas/ para medir la distancia hasta el otro lado (…)
Y unos elefantes, claro, que salen de la boca y saltan al papel para eternizar en versos su memoria prodigiosa.
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