Trapezoide ediciones, 2023
Podría decirse que “De mi boca sale un elefante” de Cynthia Matayoshi es un poemario que puede ser leído como una novela. O bien, podría considerarse una narración en forma de poema. O una especie de biografía. O un entramado donde la palabra navega entre dos mundos y entre dos culturas, sobre un mar o sobre las vías de un tren, adentrándose en la oscuridad para salir hacia la luz. Se trata de una búsqueda contada mediante fragmentos como sueños; una odisea en la que la negación afirma. El mundo que se despliega es el de lo “nuncavisto” y lo “nuncaoído”: eso para lo cual no tenemos vocabulario, eso que nos sorprende —y nos aterra. La literatura tiene la capacidad de transformar el dolor, el trauma, permitiendo reconstruir(se) a partir de las esquirlas. El viaje ocurre de noche, en el mundo de lo onírico. Solo hay que zambullirse en la profundidad del inconsciente, donde en cualquier momento irrumpe la belleza triste de la violencia, porque justamente “adentro dejamos los recuerdos / adentro escondemos nuestros miedos”. Hay un intento constante de entender, de buscar un sentido a las cosas que no tienen sentido, de ordenar lo que no se puede ordenar: “soy una extranjera / en mi propia casa”. El mundo se capta a través de los cinco sentidos, con una sensualidad táctil donde convive la belleza y el dolor de la naturaleza. Un mundo natural con gran especificidad de flora y fauna, habitado por ballenas y caballos, por begonias y buganvilias, por colibríes y crisantemos, sustentado por el animismo del pensamiento sintoísta. Aparece la presión de la familia, el deseo que la familia impone, en contraposición con el mundo interior que conduce por otros caminos: el deseo propio en combate con la mirada heredada. Se confunde el espacio interior y el exterior, se fracasa al intentar atrapar eso que pertenece a la realidad aparente, porque la verdadera realidad —la propia— tiene otro lenguaje. Para ello hay que emprender el viaje, con todos los peligros que se enfrentan al intentar cruzar al otro lado. Por momentos el mundo contemporáneo (una heladera, un automóvil) invade el mundo metafórico, metafísico, mágico. De manera similar, lo argentino contrasta con lo asiático: es imprescindible sopesar dos culturas, dos pulsiones. La narradora necesita “un abrazo / que no tengo / ni sé pedir”, que tal vez sea aquel que abarque ambos mundos. Estamos ante el límite de lo posible, el deseo de lo imposible: “gritar un aullido que no existe”, porque “nacer humana fue un accidente / debí ser una flor”, sabiendo que “la montaña sí / ella es mi verdadera madre”. El viaje que recorre este libro permitirá descubrir “una piedra mística / dentro de mí”. La respiración de los poemas se va modificando a medida que la narradora ingresa más profundamente al mundo interior: comienza a deshilacharse el verso, aumenta el balbuceo, porque “la belleza se hace / con lo que queda del día / los restos de las cosas”. Estar solo es estar vivo, es necesario desprenderse del pasado, descubrir la propia voz, permitir esa metamorfosis para lo cual hay que atravesar el túnel de la oscuridad hasta llegar al lugar sagrado donde “el silencio de los árboles / se confunde conmigo”. Es ahí donde la vida puede abrirse hacia la vida. Es aquí, a través de este libro, que la poesía, en su extrañamiento, permite vislumbrar lo divino.
Texto de contratapa, por: Eugenio Polisky
Buenos Aires, enero de 2023
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